“No llores”, “¡Eso no es nada!”, “Por esa tontería no se llora”, “Eres un/a gallina” son frases que hemos escuchado o incluso hemos pronunciado alguna vez. Este tipo de comentarios afecta incluso a personas adultas. Pero, en la infancia pueden ser aún peores porque influyen en el comportamiento y desarrollo de los niños. Aunque sea con buena intención, este tipo de comentarios hace reprimir las emociones de los más pequeños y acaban condicionando el comportamiento. Desde una temprana edad, es importante que los niños crezcan sintiendo y reaccionando debidamente ante estos sentimientos; en otras palabras, desarrollando su inteligencia emocional.

¿Qué es la inteligencia emocional?

La inteligencia emocional es la capacidad que nos permite identificar nuestros sentimientos, tanto positivos como negativos, y saber gestionarlos en las distintas situaciones en las que pueden aflorar. Las personas con una alta inteligencia emocional saben adaptarse en situaciones que no les son cotidianas, no se bloquean ante adversidades (como estrés o miedo) y adquirieren unas mejores habilidades sociales claves para las relaciones interpersonales. Además, les permite tener una mejor relación consigo mismas, pues pueden controlar y calibrar sus respuestas emocionales. Por ello, el desarrollo de la inteligencia emocional desde la primera etapa de nuestra vida es fundamental.

Tener una buena inteligencia emocional no se basa en evadir las emociones que consideramos negativas. Todas las emociones son respuestas naturales que nos permiten identificar si algo no va bien. Por ello, nunca niegues los sentimientos de tus hijos: enséñales su significado.

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¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a identificar sus emociones?

Verbaliza tus propias emociones

Habla con tu hijo sobre tus propios sentimientos. Pon nombre a tus emociones con frases como “Estoy enfadado porque mi jefe me habló mal” o “Estoy contento porque me has ayudado a recoger la mesa”. Tu hijo te tomará como ejemplo.

Enséñale vocabulario

Los niños, por lo general, entienden la carga emocional de las palabras alegre, triste o enfadado. Sin embargo, nuestras emociones son mucho más complejas y saber verbalizarlas es fundamental. Enséñales nuevas palabras y su significado como estar avergonzado, frustrado, asustado, etc.

Escúchalos y no los juzgues

Pregúntales cómo se sienten y ayúdalos a buscar las causas y las soluciones a los problemas. No les digas que el problema no es lo suficientemente grave o serio para sentirse como lo hacen. Tampoco menosprecies sus emociones positivas ni les hagas sentir que exageran. En definitiva, no juzgues sus sentimientos.

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Ayúdalos a relacionar expresiones corporales con las emociones

Nuestras emociones no solo se manifiestan con palabras sino también con gestos corporales, muchos de ellos inconscientes; un lloro, un grito, fruncir el ceño o llevarse las manos a la cabeza tienen un significado que tu hijo debe conocer. Anímalos a que conversen con otros niños sobre sus emociones y a que los ayuden a poner solución. Esto les brindará información sobre el lenguaje no corporal que les permitirá desarrollar empatía y tener mejores habilidades sociales.

Anímalos a solucionar por cuenta propia sus emociones negativas.

¿Por qué lloras? ¿Por qué estás triste? ¿Qué debes hacer? ¿Te hará sentir mejor esa solución? Tus hijos deben aprender a identificar, gestionar y poner solución a sus propias emociones, haciéndose responsables de las decisiones que tomen. Proporciónales herramientas que les permitan gestionar sus sentimientos. Si se bloquean, ayúdalos.

Si crees que tu hijo no cuenta con los recursos suficientes para enfrentarse a sus emociones, te recomendamos hacer una consulta para terapia psicológica infantil donde te asesoraremos y os ayudaremos a enfrentaros al problema.